02 marzo 2009

"Suavemente"



Por Cofrade Tamburete Kid

Había perdido la noción del tiempo. ¿Cuántos días hacía que permanecía en aquella posición? ¿O tal vez fueran semanas? Cómo saberlo… Allí no entraba la luz del sol, apenas una débil luminosidad por la rendija de la puerta. Al principio estuve calculando el paso del tiempo. Contaba los segundos hasta tres mil seiscientos, entonces hacía una marca con el pie en el suelo arcilloso de la cueva, porque si de algo estaba seguro era de que aquel lugar era una cueva reconvertida en calabozo, pero llegó un momento en que me perdía en el recuento y dejé de intentarlo. Durante unas diez horas, según mis cálculos, permanecí en la más absoluta soledad, después una puerta, trampilla o lo que fuera se abrió tras de mí y escuché como alguien se acercaba con paso cansino, arrastrando los pies. Luego, me vendaron los ojos y me acercaron un tenedor a los labios. Noté el sabor reconfortante de una tortilla recién hecha y no puse resistencia. Entre bocado y bocado me acercaban un vaso de agua fresca para que bebiera. Esta operación se repitió en varias ocasiones a intervalos creo yo de unas seis o siete horas. Debido a lo incómodo de mi posición, pues me hallaba apoyado contra una viga en el centro de la cueva, y a que tenía las manos atadas a la espalda, pasada la ligadura en torno a la viga, me costó mucho conciliar el sueño. Pero finalmente caí en un profundo sopor. Al despertar me dolía enormemente el cuello y apenas sentía las manos. Las plantas de los pies me picaban de manera indecible. Creo que en ese momento hubiera dado cualquier cosa, sin distinción, cualquier cosa, por verme librado de las ataduras y poder rascarme las plantas de los pies. Quién haya padecido de sabañones sabe a que me estoy refiriendo. Supongo que debido al agotamiento producido por mi situación, cada vez eran más frecuentes mis viajes al mundo de Morfeo. Perdida la noción del tiempo despertaba en medio de un sueño y tardaba unos segundos en comprender en dónde me hallaba. Llegó un momento en que no sabía dónde empezaba una cosa y dónde acababa otra. Finalmente perdí la noción de cualquier cosa. En un momento determinado, a caballo entre los dos mundos, escuché la canción. Una voz de mujer la tarareaba. El sonido llegaba lejano de algún lugar mucho más arriba. Forcé al máximo la atención auditiva. Sí, reconocía aquella melodía. La recordaba de mi adolescencia. Fue un éxito en Estados Unidos, también aquí, en Europa. La melodía me trasladó a un mar de recuerdos. Pasé del delirio a un estado extrañamente placentero. Me olvidé del dolor que me castigaba todo el cuerpo. Y me recree en la fantasía de una época pasada. Ahora la voz sonaba más nítida. Me parecía una bonita voz, llena de sensibilidad y que mostraba claramente una profunda emoción. Alguien hermoso y puro estaba allí arriba, seguramente unos diez o quince metros en algún lugar cercano. Luego la voz dejó de cantar y volvió el silencio. Terrible de nuevo el silencio. Entonces caí en la cuenta. Cómo no lo había hecho antes. Si yo era capaz de escuchar a alguien cantar, alguien ahí afuera sería capaz de escuchar mis gritos de auxilio. Comencé a gritar. Al principio me costó articular una sola palabra, pero enseguida la voz irrumpió en mi interior con fuerza inusitada. Grité. Pedí auxilio. Juré. Blasfemé. Desesperado rompí a llorar. Cansado, los gritos se fueron amortiguando en una especie de letanía llorosa y suplicante. Entonces se oyó la puerta tras de mí. El arrastrar de pies. Y la venda en lo ojos. Me acercaron un trozo de carne humeante a los labios, pero ya no podía seguir comiendo. Reconocí un sabor ligeramente amargo en la comida, y caí en la cuenta de quien quiera que fuera la persona que me tenía encerrado, me estaba administrando algún tipo de droga o veneno en la comida. Escupí con rabia el trozo de carne que tenía en la boca y me negué a beber un sorbo más de agua. Mi captor o captora salió de la estancia. Volví a oír la melodía y la hermosa voz, “killing me softly with his song”. Se alejaba, poco a poco, se perdía hacia arriba. Subiendo.

No hay comentarios: