02 marzo 2009

"Las hermanas Ontogeny & Philogeny"



Por Cofrade Silla Jotera

Las hermanas Ontogeny y Phylogeny vivían en una preciosa casa de campo allá por los campos lejanos de los confines de aquella tierra salvaje, inhóspita, en la que el pionero padre de las muchachas decidió construir una granja para primero explotarla y después morir y que le enterraran bajo el olmo gordo de tras la granja, allá junto al arroyuelo Parkinson.

Las hermanas Ontogeny y Phylogeny crecieron en un ambiente de legumbres, vacas, indios, y osos. Bajo los cuidados del pionero (desde la muerte de Mo Mary-Ann a causa de la septicemia que le causó una cornada de Wichita, la puta vaca a la que se comieron al día siguiente casi cruda) las chicas se convirtieron en dos aguerridos leñadores capaces de conducir una manada de cuernilargos con la mirada.

Ontogeny era calmada y tímida, retraída. Y Phylogeny era nerviosilla y alegre, expansiva. Los indios del lugar, hartos finalmente de sus palizas y burlas, les cogieron cariño, y hasta los cocodrilos del arroyuelo Parkinson venían a comer de sus manos. Los jaguares les huían, y los osos, aunque al principio quisieron comérselas al final se postraban ante ellas cuando se internaban en lo más profundo del bosque con intención de asaltar algún panel de abejorros salvajes y hacerse con su miel aunque fuera a mamporrazos.

Un día pasó por allí El Picha, un bandolero gitano y de Sevilla que engañado por un compadre se embarcó para Cuba y ya en Cuba se dejó embaucar por otro compadre y terminó en lo más profundo de la Columbia Británica. Durante un tiempo se dedicó al despiste y el estraperlo en las pocas ciudades de la zona, puebluchos para mineros y tramperos con un mal perder de cuidado, a los que timaba en las timbas que se celebraban en las habitaciones de los saloones y hoteles, sitios que más que acoger aterrorizaban, o si se quiere te acogían como una tumba.

Un día, a causa de asuntos mayores y de unos desacuerdos menores con ciertos matones de Williams Lake, y sobre todo a causa de que un compadre le timó, decidió alejarse de la compañía de los humanos, y adentrarse en las inquietantes y parecía que interminables montañas. Aprendió a cazar, a asar venados y serpientes, a curtir sus pieles para hacerse mocasines y gorrillos, a sobrevivir comiendo raíces y derritiendo hielo, se dejó barba, se hizo amigo de otros tramperos y del oso Yogui…

Y un día El Picha, con su barba, su zamarra, su gorrillo, y su escopeta, pasó por allí, atravesando el arroyuelo Parkinson, junto a la casa de campo de las hermanas Ontogeny y Phylogeny. Al verlo estas, lo primero que pensaron es que era un oso despistado, cuando vieron que era un hombre despistado se preocuparon. Ontogeny quería agarrar el rifle y descabezarlo certeramente. Phylogeny quería coger el hacha y dar cuenta de él. A la que se dieron cuenta El Picha estaba, con su barba, su zamarra, su gorrillo, y su escopeta, llamando a la puerta.

El Picha se dedicaba ahora a predicar la Palabra de Dios por las montañas. Con su verborrea y su buena planta no tardó en conquistar primero la hospitalidad de las hermanas, después su corazón, y finalmente su alma. Pasaron los años, y la felicidad reinaba en la casa de campo que un día levantara el pionero, El Picha se avenía con las vacas y con los indios (que parecían entender la Palabra de Dios), y las dos hermanas se avenían con El Picha y por interposición puede que con Dios. La cuestión es que pasaron más años y dos criaturas varones engrosaron el primer padrón municipal del lugar. Les llamaron Ontogenio y Filogenio, en castellano, el idioma natural de El Picha.

Y este fue el origen y así queda para la historia, que dirían Ontogeny y Phylogeny.

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