02 marzo 2009

"La existencia humana debe ser una especie de error"



Por Cofrade Hama K

(La raza humana, ese puto virus del planeta Tierra)

“Odio el puto instituto. Odio a los putos profes. Odio a mis putos compañeros. Odio a mis putos padres y a mi puto hermano. Odio a toda la puta raza humana y además no me gustan los lunes. Así que cojo un rifle del armero de papá y un par de cajas de munición. Me voy al insti y me instalo en el techo del gimnasio. Me pongo el pasamontañas negro y me quedo allí sentado esperando tranquilamente la hora del patio. Mientras cargo el rifle pienso: me cago en la eso y en la puta madre que la parió, pienso: no hay futuro, ni para mí ni para los que me lleve por delante, que serán bastantes, porque he cogido dos cajas de veinticinco proyectiles de un calibre lo suficientemente gordo como para desparramar los sesos de cualquiera de un solo disparo. Si no fallo ningún tiro, calculo que unos cincuenta. En estas que suena el timbre, los arcos del patio vomitan a toda velocidad alumnos de todas las razas, géneros, edades y tamaños. Desde aquí arriba cuesta un tanto distinguirlos, así que a los primeros los elijo al tuntún, pero enseguida empiezo a seleccionar. Me cargo un par de moritos apestosos, al gordito idiota de tercero A, a la ecuatoriana de las tetas gordas, al Cabestani y al Godes, siempre insultándome, al contrahecho de segundo B, a cuatro tías del grupo de pijas del rincón de la fuente, a la Estefi, al Chincheta, al Tranquis Branquis, y mientras voy contando, trece, catorce, joer, todo aciertos, ni un fallo, y entonces veo al Titoco, el profe de Mates, está en la pista de basket intentando que un grupo de primero se ponga a cubierto. Le apunto cuidadosamente, aprieto el gatillo, le he dado y digo: quince, mientras veo como explota su cabeza y salpica democráticamente a los aterrados mamoncetes de primero. Y sigo. A esas alturas de la partida todo el mundo está intentando resguardarse, son patéticos y odiosos, mi odio se acrecienta, pienso: el ser humano es un cúmulo de ridiculeces, pienso: la raza humana es una aberración. Me cargo a un imbécil con gafas, al profe de sociales, mira quien acaba de asomar el jeto, si es Moragas, el profe de francés, también me lo cargo a la primera... Veinticinco aciertos. Venga, partida gratis, veinticinco tiros más. Empiezo a cargar los proyectiles de la segunda caja de munición. Cosa más rara, siguen cayendo sin que les dispare... Ay la hostia, hay otro tirador en el techo de la sala de actos, se está cargando a un montón de imbéciles, y eso sí que no. Le observo a través de la mira telescópica, lleva un pasamontañas negro y un rifle como el mío, y también me está observando a través de su mira telescópica. Apunto a ese cabrón y disparo como un poseso. Joer, me ha dado. Pienso: la extinción del hombre es altamente recomendable para el bien del planeta, por lo menos he extinguido a unos cuantos, pienso, mientras voy cayendo de cabeza hacia el cemento del patio, camino de extinguirme yo también”.

“Odio el jodido instituto. Odio a los jodidos profes. Odio a mis jodidos compañeros. Odio a mis jodidos padres y a mi jodido hermano. Odio a toda la jodida raza humana y además no me gustan los lunes. Hoy me siento preparado para hacerle un favor al planeta y deshacerme a tiros de algunos cuantos humanos a través de una ráfaga de tiros certeros. Así que cojo un rifle del armero de papá y munición por un tubo. Me voy al insti y me instalo en el techo de la sala de actos. Me pongo el pasamontañas negro y me quedo allí sentado esperando tranquilamente la hora del patio. Mientras cargo el rifle pienso: Es moralmente inaceptable no odiar a la humanidad, la existencia humana debe ser una especie de error. La raza humana es un puto virus con zapatos, pienso. Disfruto matando y violando gente, es ecológico. En estas que suena el timbre, el patio se llena de alumnos, son como hormiguitas, cuesta distinguirlos desde aquí arriba, pero me esfuerzo en identificarlos. Empiezo a disparar, me cargo un par de negritos apestosos, al idiota ese de tercero B que siempre anda gastando bromas estúpidas, a la dominicana del culo enorme, al Bergés y al Llopis, siempre incordiando, al tartaja de segundo A, a varias tías del grupo de pijas del rincón de la palmera, a la Juani, al Trompeta, al Pérez López, y entonces veo al Moragas, el profe de Francés, va dando saltitos, intenta resguardarse inútilmente tras una farola pero le asoma toda la barriga, me lo voy a cargar. Cosa más rara, oigo disparos, pero yo no he sido... Ay la hostia, hay otro tirador en el techo del gimnasio, también se está cargando gente. Me cago en sus muertos, ese hijo de puta acaba de cargarse al Moragas. La ira me invade. Con las ganas que yo le tenía al Moragas. Moragas era mío. Eso sí que no. Observo a través de la mira telescópica a ese cabrón que dispara desde el techo del gimnasio, lleva un pasamontañas negro y un fusil como el mío, y también me está observando a través de su mira telescópica. Apunto a su jodida cabeza y disparo como un poseso. Joer, me ha dado. El ser humano no merece ser tratado con respeto, exterminar la jodida raza humana es una digna misión, y yo he puesto mi granito de arena, pienso mientras voy cayendo de cabeza hacia el cemento del patio, camino de exterminarme yo también”.

“Joer, acabábamos de salir al patio y justo le estaba diciendo al profe de Filo que Dios es la perfecta excusa para que los hombres no hagan algo mejor con sus vidas, como por ejemplo acabar con ellas, cuando de pronto han empezado a disparar. Eran dos, desde el techo del gimnasio y desde la azotea de la sala de actos. Entre los dos, vaya escabechina que se han montado, cuarenta muertos y un montón de heridos, sin contarlos a ellos dos. La verdad es que a mí me estaba molando, nadie saldrá vivo de aquí, pensaba, cuando de pronto han empezado a dispararse entre ellos y han acabado cayendo de cabeza al patio y se han hecho mierda. El Dire les ha quitado las capuchas y han resultado ser dos tipos de cuarto, los gemelos García, Heidegger García y Schopenhauer García. Que al final se eliminaran entre ellos ha sido espectacular tío, una especie de suicidio, seguramente lo tendrían planeado. El suicidio es una actitud más que comprensiva, le digo al profe de Filo, casi nadie merece existir, de hecho habría que abogar por la esterilización de la mayor parte de la población. ¿A ti no te han dado? Al Dire tampoco, qué lástima. Puestos a exterminar, me esperaba más”.

3 comentarios:

crimson crow dijo...

Sublime, concuerdo que la humanidad no es más que un manojo de hipocresía que infecta el planeta de estupidez

Montsehv dijo...

ui, uis, ui...ups...mmmmm...no sé...mmmmmm!

Unknown dijo...

Genial misantropía crónica.