Por los cuatro CofradesEl padre Acebino corría por el patio de un lado para otro, como un loco, profiriendo alaridos y sujetándose la cabeza con las manos. En verdad que parecía tener el mal de San Vito, y los hermanos, que se hallaban sentados o paseando en la paz del claustro, contemplaban atónitos la escena. Los que se hallaban en el refectorio interrumpieron sus oraciones y salieron a ver qué sucedía. El padre Acebino se detuvo junto a la fuente, en el centro del patio, se hincó de rodillas y ocultando la cara entre las manos comenzó a sollozar. Pronto se formó un corrillo a su alrededor. El silencio sólo era interrumpido por los lamentos del padre Acebino.
Entonces apareció el abad, como una exhalación, abriéndose paso a empellones entre los estupefactos padres.
- ¿Que es lo que aquí sucede, que formas son éstas en la casa de Dios? ¿Me lo podéis explicar?
El abad se detuvo frente al padre Acebino, éste permanecía arrodillado con el rostro oculto, aunque los gemidos y sollozos habían bajado en intensidad
- Padre Acebino, ¿qué es lo que os pasa para que alteréis de esta manera el reposo de vuestros hermanos, y la siesta de vuestro abad?
El padre Acebino no podía articular palabra. Sólo se atrevió a balbucear…
- Marg…cel…li…no… Marg-cel-li-no…
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