Por los cuatro Cofrades (y un Missol invitado)Era un domingo soleado y florido de Mayo, la gente paseaba por la Guipúzcoa -oficialmente ‘Rambla de Guipúscoa’-, disfrutando del no hacer nada que no fuera pasear mientras llegaba la hora de comer.
Mari avanzaba resuelta por la rambla, satisfecha con el conjunto de chaqueta y pantalón blanco que se había comprado en el Zara, la melena estremecida con gracia a cada satisfecho paso. A su lado aunque ligeramente retrasado, con andar cansino y la mirada perdida en el suelo, la camisa y el pantalón nuevos encorsetándole el ánimo, la seguía su marido Evaristo trasportando un brazo de gitano. Intentando no retrasarse demasiado, andaba absorto en sus pensamientos: el domingo soleado y florido de Mayo, la gente paseando por la Guipúzcoa, el resto del universo… para él no existían.
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