02 marzo 2009

"Cuidado con lo que sueñas"



Por Cofrade Tamburete Kid

Ernesto Godoy era un hombre muy suyo. Desde siempre.
Por eso, cuando aquella mañana del quince de abril salió de su casa para ir al trabajo, no hizo caso ni prestó la más mínima atención al grupo de personas que se había formado frente a la parada del autobús. Lo que sea no va conmigo, se dijo para si, como se decía siempre.

Cuando llegó el autobús, se subió y se acomodó en el interior. En un semáforo en rojo para el autobús, Ernesto fue testigo privilegiado de cómo una ambulancia se pasaba el semáforo, y de cómo una moto, y por ende su motorista, colisionaban contra la ambulancia y esta a su vez ligeramente contra el autobús. El motorista por el aire sobrepasando la ambulancia. Pero esas cosas pasan cada día, pensaba Ernesto. El resto de ocupantes del autobús se habían acercado a las ventanillas, algunos llegaron a bajar para ayudar en lo posible, el conductor entre ellos. Finalmente bajaron todos menos Ernesto. El semáforo se puso verde y Ernesto indicó al conductor que subiera y se pusiera en marcha, del accidente ya se ocuparían los profesionales. Como nadie le hacía caso, Ernesto se sentó en el lugar del conductor y arrancó el autobús. Al llegar a una curva entró en una ancha avenida solitaria. Condujo hasta que topó con un alto muro que cortaba el paso. Descendió del autobús. Tras él la avenida se perdía en el horizonte. A su alrededor sólo desierto. Nada más, ni un solo ruido. Sintió un profundo dolor en el pecho y se desplomó. Cuando se despertó, lo primero que vio fueron las caras de algunas personas que le preguntaban cómo se encontraba. Una mujer joven le hablaba calmadamente y le decía que pronto llegaría la ambulancia. Perdió la noción de las cosas. Abrió los ojos y descubrió que estaba en el interior de una ambulancia. Un enfermero le estaba aplicando algo en el brazo. Se escuchó un fuerte frenazo y una colisión sacudió el interior de la ambulancia. Todo se volvió negro.

Luego volvió la luz y Ernesto se incorporó. Pasó por encima del enfermero que estaba inconsciente y sangrando por la cabeza. Abrió la portezuela de la ambulancia y salió al exterior. Un motorista yacía tendido en el suelo, hecho un ovillo. Un grupo de personas atendían al motorista por un lado y al conductor de la ambulancia por otro. Este último se hallaba recostado en un lateral de la ambulancia. Ernesto, movido por un impulso muy suyo se subió a un autobús que se hallaba parado junto a la ambulancia. Estaba vacío y se sentó en el lugar del conductor, arrancó y condujo por una ancha avenida solitaria. Llegó frente a un alto muro y se detuvo. A su alrededor sólo desierto. Sintió un profundo dolor en la cabeza y todo se hizo oscuro.

Ernesto se despertó sudando aquella mañana del quince de abril. Tenía mal sabor de boca. No recordaba el sueño en sí, pero seguro que no había sido agradable. Tras asearse y vestirse cogió el casco de la moto y se dirigió al garaje. Al salir del mismo y al pasar por delante de la parada del autobús, vio un grupo de personas alrededor de alguien que yacía en el suelo. Siguió su camino y al llegar a un semáforo, en verde para él, no se percató de la ambulancia que venía por la derecha. Voló por los aires. El impacto en el suelo fue terrible. Apenas podía abrir los ojos cuando los ocupantes del autobús lo rodeaban e intentaban ayudarle. Murió en cuestión de minutos.

Aquella mañana del quince de abril, a resultas de una colisión entre una moto y una ambulancia, fallecieron el motorista y el ocupante de la ambulancia, un hombre al que le había dado un infarto en la parada del autobús. A Ernesto Godoy lo encontró su asistenta aquella misma mañana muerto en su cama. La causa según el forense: muerte cerebral en el transcurso del sueño.

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